El pasado 15 de febrero, viernes, un asteroide que no se vio llegar entró en la a Los dos equipos internacionales que han estudiado el superbólido de Cheliabinsk publican sus resultados en la revista Nature. El choque inesperado de este asteroide, registrado por múltiples instrumentos en todo el mundo, se produjo justo el mismo día en que todo el mundo estaba pendiente del paso, muy cerca de la Tierra, de otro objeto de este tipo, el 2012 DA14, cuya aproximación hasta 27.700 kilómetros de la superficie del planeta habían anticipado con precisión los científicos. Pero Cheliabinsk es una región rusa relativamente poblada y los vídeos que captaron el fenómeno en el cielo y se colgaron en Internet (especialmente 15 de ellos) han sido fundamentales para los análisis sobre trayectoria, estructura y origen del asteroide que han realizado Borovicka y sus colegas. El asteroide se rompió entre 30 y 45 kilómetros de altura, concluyen estos investigadores. La primera fractura se produjo a 45 kilómetros seguida de un proceso de fragmentación intenso. A 29 kilómetros el asteroide se había roto ya en unos 20 grandes trozos. Fue un meteoro extremadamente brillante y el objeto, efectivamente, vino del lado del Sol, como se señaló en su momento, por lo que era imposible que lo vieran los telescopios en tierra, mientras que cuando estaba lejos era demasiado oscuro para ser detectado. Se trataba de una condrita ordinaria. Al suelo llegaron miles de pequeños meteoritos con una masa total superior a los 100 kilos que se encontraron en áreas al sur-suroeste de Cheliabinsk, informa el equipo de Borovicka, que se hace eco también del agujero de ocho metros de diámetro que se descubrió en un lago a 70 kilómetros de la ciudad y se asoció al fenómeno. Todos estos datos pueden ayudar a refinar los modelos teóricos acerca de la frecuencia de estos fenómenos y el potencial daño que pueden causar, recuerda Nature. Las colisiones de fragmentos de asteroides de tamaño variado y cometas con la Tierra son continuas, recuerdan el equipo de Borovicka en su artículo. El mayor que se ha producido “en tiempos históricos”, escriben, fue el de Tunguska, de 1908, cuando un cuerpo estalló en el aire produciendo una energía equivalente a entre 5 y 10 megatoneladas de TNT. El equipo de Brown concluye que el número de objetos celestes de diámetro en el rango de decenas de metros supone un riesgo 10 veces mayor de lo que se había estimado hasta ahora. Publicado en El País el 06/11/13 |
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